La pobreza y las luchas electorales
Aquiles Córdova Morán
A raíz de que el Secretario General de Gobierno de Puebla, Mario Montero Serrano, saliera a hacer tronantes amenazas de desalojo contra un plantón pacífico que mantienen los antorchistas de aquel estado frente a la sede del Poder Ejecutivo, en demanda de solución a diversas carencias (ver notas en los medios del lunes 6 de los corrientes), la Dirección Nacional del Movimiento Antorchista publicó un desplegado en el cual, entre otras cosas, señalaba el riesgo de interpretar el triunfo arrollador del PRI, en Puebla y en todo el país, como un cheque en blanco para retornar de inmediato a la vieja política de oídos sordos a los reclamos populares y al uso del garrote para acallar inconformidades. Fue por esto que solicitamos la intervención del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI para sofrenar el triunfalismo desbocado de Montero Serrano. Hasta el día en que escribo, sólo hemos recibido la callada por respuesta; pero, a decir verdad, no es eso lo que nos sorprende e inquieta ya que el tiempo nos ha acostumbrado y disciplinado, a fuerza de repetirse, a este tipo de relación y de trato. Sin embargo, en fechas posteriores a nuestra publicación, ocurrieron eventos en los que, tácita o expresamente, se toca nuestra lucha y se impacta con ellos a la opinión pública y al propio antorchismo en el resto del país, por lo que creemos necesario hacer alguna aclaración en torno a dos de los más significativos.
Con ocasión de celebrarse un aniversario más del gobernador, licenciado Mario Marín Torres, tuvo lugar en la capital poblana un gran festejo que reunió, según reportes de prensa, a más de 5 mil comensales. En el evento hizo acto de presencia la más alta representación nacional del PRI y, en su turno a la palabra, reconoció al festejado, como obra suya, la resonante victoria de los 16 candidatos a diputados federales en el estado y, sin ambages, lo llamó el mejor gobernante del país, apreciación que, cierta o falsa, no nos da ningún motivo para discutirla. De inmediato, sin embargo, comenzamos a recibir correos, telefonazos y comentarios personales (de antorchistas y no antorchistas) que vieron en el discurso, y en el espaldarazo que evidentemente implica, una toma de posición a favor del gobierno y un claro rechazo a nuestra lucha y a nuestra solicitud de intervención en el conflicto. La alarma se explica porque la gente piensa que, con semejante refuerzo, el peligro de desalojo se torna más real e inminente. Por mi parte, la lectura es diferente. Conozco la posición centro-progresista de la actual dirigencia nacional del PRI y no creo que esté de acuerdo con un desalojo violento, “manu militari”, de un grupo de gente pacífica y humilde que sólo quiere hacer menos dura la terrible pobreza en que vive. Por tanto, pienso que el espaldarazo indica que hay una lectura equivocada de nuestras verdaderas intenciones; que el plantón se ve como una maniobra en contra del gobernador y su equipo disfrazada de reclamo legítimo de mejores condiciones de vida. Por eso veo la necesidad de aclarar. En mi calidad de cabeza del antorchismo nacional, puedo asegurar que el objetivo de nuestro plantón es el que hemos dicho y reiterado tantas veces como ha sido posible y necesario; que no es nuestro estilo esconder en demagogia social objetivos políticos, y menos si son de muy dudosa calidad moral, como sería el caso. Todo lo que esperamos es que se nos trate con veracidad y respeto y que la respuesta que se nos dé refleje bien ambas características. Resuélvanse en justicia nuestras legítimas peticiones, y el conflicto terminará al minuto siguiente. Esto es lo único que podemos y estamos dispuestos a ofrecer como prueba de nuestra buena fe.
El otro hecho. El lunes 13 del mes que corre, el licenciado Alejandro Armenta Mier, presidente del Comité Estatal del PRI poblano, declaró que su partido no necesita de los votos de Antorcha para ganar elecciones, y dio como prueba la contundente victoria del 5 de julio recién pasado en que se llevaron “carro completo”. Quiero manifestar públicamente que estoy completamente de acuerdo con el señor presidente Armenta Mier; que la prueba que aduce para declararnos inútiles es absolutamente cierta e irrefutable, aunque habría que prevenirlo de que toda generalización hacia un universo grande de fenómenos, basándose en un solo hecho, es un abuso del recurso lógico de inferencia que con más frecuencia produce errores que aciertos. Es más, debo decirle que siempre supimos, de muy buena fuente, que el argumento que hoy maneja públicamente es exactamente el mismo que, en privado, emplearon los hombres más influyentes del gabinete para convencer al gobernador de no negociar con Antorcha antes de las elecciones, y es el mismo que hoy esgrimen los “duros” para proponer el desalojo. De ahí nuestra preocupación.
En vista de esto, se vuelve urgente poner los puntos sobre las íes en esta materia. Le recuerdo, pues, al gobierno poblano, al PRI del estado y a la opinión pública estatal y nacional, que lo que el plantón antorchista pone sobre la mesa de la discusión no es el peso electoral de nuestro movimiento; que ni ahora ni nunca, ni en Puebla ni en ningún otro estado del país, hemos esgrimido jamás, para justificar nuestras demandas, el número de votos que podemos aportar. No es nuestro negocio traficar votos por el derecho a una vida mejor. El sustento fundamental y casi único de nuestro movimiento y de nuestra lucha ha sido siempre la falta de justicia social en el país; el inequitativo reparto de la renta nacional que nos ha llevado a la brutal contradicción de que, al mismo tiempo que contamos con algunos de los hombres más acaudalados del mundo, contamos también con más de 75 millones de hombres y mujeres que viven en la pobreza y en la miseria extrema. Y eso, licenciado Armenta Mier, no tiene nada que ver con los votos que podamos dar o no; ni se modifica un ápice porque el PRI nos declare inútiles para ganar elecciones. Que nadie olvide esta distinción porque, si lo hace, es posible que vuelva a perder el poder, con o sin Antorcha.
Aquiles Córdova Morán
A raíz de que el Secretario General de Gobierno de Puebla, Mario Montero Serrano, saliera a hacer tronantes amenazas de desalojo contra un plantón pacífico que mantienen los antorchistas de aquel estado frente a la sede del Poder Ejecutivo, en demanda de solución a diversas carencias (ver notas en los medios del lunes 6 de los corrientes), la Dirección Nacional del Movimiento Antorchista publicó un desplegado en el cual, entre otras cosas, señalaba el riesgo de interpretar el triunfo arrollador del PRI, en Puebla y en todo el país, como un cheque en blanco para retornar de inmediato a la vieja política de oídos sordos a los reclamos populares y al uso del garrote para acallar inconformidades. Fue por esto que solicitamos la intervención del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI para sofrenar el triunfalismo desbocado de Montero Serrano. Hasta el día en que escribo, sólo hemos recibido la callada por respuesta; pero, a decir verdad, no es eso lo que nos sorprende e inquieta ya que el tiempo nos ha acostumbrado y disciplinado, a fuerza de repetirse, a este tipo de relación y de trato. Sin embargo, en fechas posteriores a nuestra publicación, ocurrieron eventos en los que, tácita o expresamente, se toca nuestra lucha y se impacta con ellos a la opinión pública y al propio antorchismo en el resto del país, por lo que creemos necesario hacer alguna aclaración en torno a dos de los más significativos.
Con ocasión de celebrarse un aniversario más del gobernador, licenciado Mario Marín Torres, tuvo lugar en la capital poblana un gran festejo que reunió, según reportes de prensa, a más de 5 mil comensales. En el evento hizo acto de presencia la más alta representación nacional del PRI y, en su turno a la palabra, reconoció al festejado, como obra suya, la resonante victoria de los 16 candidatos a diputados federales en el estado y, sin ambages, lo llamó el mejor gobernante del país, apreciación que, cierta o falsa, no nos da ningún motivo para discutirla. De inmediato, sin embargo, comenzamos a recibir correos, telefonazos y comentarios personales (de antorchistas y no antorchistas) que vieron en el discurso, y en el espaldarazo que evidentemente implica, una toma de posición a favor del gobierno y un claro rechazo a nuestra lucha y a nuestra solicitud de intervención en el conflicto. La alarma se explica porque la gente piensa que, con semejante refuerzo, el peligro de desalojo se torna más real e inminente. Por mi parte, la lectura es diferente. Conozco la posición centro-progresista de la actual dirigencia nacional del PRI y no creo que esté de acuerdo con un desalojo violento, “manu militari”, de un grupo de gente pacífica y humilde que sólo quiere hacer menos dura la terrible pobreza en que vive. Por tanto, pienso que el espaldarazo indica que hay una lectura equivocada de nuestras verdaderas intenciones; que el plantón se ve como una maniobra en contra del gobernador y su equipo disfrazada de reclamo legítimo de mejores condiciones de vida. Por eso veo la necesidad de aclarar. En mi calidad de cabeza del antorchismo nacional, puedo asegurar que el objetivo de nuestro plantón es el que hemos dicho y reiterado tantas veces como ha sido posible y necesario; que no es nuestro estilo esconder en demagogia social objetivos políticos, y menos si son de muy dudosa calidad moral, como sería el caso. Todo lo que esperamos es que se nos trate con veracidad y respeto y que la respuesta que se nos dé refleje bien ambas características. Resuélvanse en justicia nuestras legítimas peticiones, y el conflicto terminará al minuto siguiente. Esto es lo único que podemos y estamos dispuestos a ofrecer como prueba de nuestra buena fe.
El otro hecho. El lunes 13 del mes que corre, el licenciado Alejandro Armenta Mier, presidente del Comité Estatal del PRI poblano, declaró que su partido no necesita de los votos de Antorcha para ganar elecciones, y dio como prueba la contundente victoria del 5 de julio recién pasado en que se llevaron “carro completo”. Quiero manifestar públicamente que estoy completamente de acuerdo con el señor presidente Armenta Mier; que la prueba que aduce para declararnos inútiles es absolutamente cierta e irrefutable, aunque habría que prevenirlo de que toda generalización hacia un universo grande de fenómenos, basándose en un solo hecho, es un abuso del recurso lógico de inferencia que con más frecuencia produce errores que aciertos. Es más, debo decirle que siempre supimos, de muy buena fuente, que el argumento que hoy maneja públicamente es exactamente el mismo que, en privado, emplearon los hombres más influyentes del gabinete para convencer al gobernador de no negociar con Antorcha antes de las elecciones, y es el mismo que hoy esgrimen los “duros” para proponer el desalojo. De ahí nuestra preocupación.
En vista de esto, se vuelve urgente poner los puntos sobre las íes en esta materia. Le recuerdo, pues, al gobierno poblano, al PRI del estado y a la opinión pública estatal y nacional, que lo que el plantón antorchista pone sobre la mesa de la discusión no es el peso electoral de nuestro movimiento; que ni ahora ni nunca, ni en Puebla ni en ningún otro estado del país, hemos esgrimido jamás, para justificar nuestras demandas, el número de votos que podemos aportar. No es nuestro negocio traficar votos por el derecho a una vida mejor. El sustento fundamental y casi único de nuestro movimiento y de nuestra lucha ha sido siempre la falta de justicia social en el país; el inequitativo reparto de la renta nacional que nos ha llevado a la brutal contradicción de que, al mismo tiempo que contamos con algunos de los hombres más acaudalados del mundo, contamos también con más de 75 millones de hombres y mujeres que viven en la pobreza y en la miseria extrema. Y eso, licenciado Armenta Mier, no tiene nada que ver con los votos que podamos dar o no; ni se modifica un ápice porque el PRI nos declare inútiles para ganar elecciones. Que nadie olvide esta distinción porque, si lo hace, es posible que vuelva a perder el poder, con o sin Antorcha.
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