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miércoles, agosto 27, 2014

ANÁLISIS

La tortura, ese oprobioso mecanismo de poder
Por Magda Coss Nogueda
Año 3 / Número 26 / Agosto 2014

"El ser humano es esposado por la espalda, sus ojos vendados. Nadie dice una palabra. Los golpes llueven sobre el ser humano. Es colocado en el suelo y se cuenta hasta diez. pero no se lo mata -escribió el periodista argentino Jacobo Timerman-. El ser humano es luego rápidamente llevado hasta lo que puede ser una cama de lona, o una mesa, desnudado, rociado con agua, atado a los extremos de la cama o la mesa con las manos y las piernas abiertas. Y comienza la aplicación de descargas eléctricas".
Timerman dejó plasmado su testimonio, uno de los más escalofriantes, en el libro Preso sin nombre, celda sin número (Random Editores, Nueva York, 1981). En él, relata la odisea que vivió durante 30 meses en un centro clandestino de detención de la dictadura argentina de los años setenta. Fue secuestrado por elementos del Ejército por la publicación de los nombres de los desaparecidos, cuyos familiares contaban sus testimonios en el diario bonaerense La Opinión, del cual era director.
Después de recuperar su libertad, el periodista nacido en Ucrania, dejó el país pero dejó ese singular retrato del oprobio que, desde que publicó su libro, no ha cambiado en ese país sudamericano. Hoy, al igual que hace tres décadas, se sigue tomando a los ciudadanos por sorpresa; se alimenta su incertidumbre y su miedo.
Pocos son los que saben por qué fueron detenidos o si habrá un debido proceso. Tienen que soportar el martirio físico y psicológico, las amenazas sobre sus seres queridos, el confinamiento, la humillación, el aislamiento. El ciclo se repite, las muertes y las desapariciones continúan. Inocultables, esos hechos son evidencias de la manu militari en países como Argentina, Uruguay, Chile, que durante los años setenta vivieron bajo dictaduras. México, aun cuando no ha tenido cuartelazos, también experimentó la "guerra sucia" y represiones que aún no se olvidan, como la del 2 de octubre de 1968.
Hoy, pese a las investigaciones (comisión de la verdad), la tortura es una práctica endémica en América Latina. De "baja intensidad, la denomina Juan E. Méndez, el relator especial de la Organización de las Naciones Unidas para la tortura.
"La tortura es resistente y tiende a volver. Lo observamos en América Latina. En cuanto las fuerzas de seguridad sienten que la sociedad civil no les vigila, vuelven a sus bajos hábitos, porque dan los resultados más rápidos", comentó Méndez al periodista Rodrigo Carrizo en junio de 2012, quien lo entrevistó con motivo del Día Internacional contra la Tortura (el documento puede consultarse en el sitio www.swissinfo.ch).
En los últimos 25 años de democracia en la región, no han cambiado las deleznables prácticas de las fuerzas de seguridad. Asimismo, los tratados y acuerdos internacionales para la protección de los ciudadanos tampoco han logrado erradicar este práctica.
De acuerdo a la Convención de las Naciones Unidos Contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, la tortura es "todo acto por el cual se inflijan intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospecha ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia".

El origen

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