Con sumo interés me dispuse a observar la ceremonia de juramentación de Barack Obama el pasado martes. Primero cantó una señora que a todas luces representaba al sector cada vez más amplio sector de los ghettos en Estados Unidos, seguida de un pianista que acompañado de un violín y un bajo, interpretó una composición instrumental compuesta ex profeso para el evento.
Llegó el momento cumbre, Obama tenía frente a sí la Biblia, ante la cual juró servir cabalmente su mandato. Su discurso (a mí juicio) dejó mucho que desear; fue una letanía que resaltó el nacionalismo, el orgullo, la supremacía e intentó brindar seguridad y confianza tanto a los millones de asistentes como a los que por televisión observaban el evento a través de la televisión; sin embargo, no incluyó detalles de su paquete de rescate económico.
Dios fue también importante en su discurso, pues fue citado por Barack en varias ocasiones, al grado de resaltar que “…el saber que Dios nos ha pedido que le demos forma a nuestro camino…”
Lo bueno de lo dicho por Obama fue la intención manifiesta de terminar con guerras fútiles, “…dejando a Irak en manos de su pueblo”, entre otras afirmaciones como el cierre permanente de la prisión de Guantanamo, así como la revisión de los expedientes de los prisioneros de la misma, acciones que confirman su desacuerdo con estas prácticas dictatoriales.
Ante un marco pletórico, y al término del primer discurso como presidente de Barack Obama, continúo la lectura de un poema y posteriormente un reverendo más le brindó unas palabras de bienvenida, cerrando la ceremonia la entonación del Himno Nacional interpretado por el Coro de la Marina estadunidense.
Y después de concluir el día “D” con una cena baile de gala, Barack debe poner en marcha su programa de salvación sin contratiempos, que, en palabras suyas, es la asignatura más urgente para su gobierno, totalmente entendible, pues difícilmente podrán ser atendidas otras áreas sin antes subsanar lo que mantiene en vilo a estadunidenses y a la población mundial.
Llegó el momento cumbre, Obama tenía frente a sí la Biblia, ante la cual juró servir cabalmente su mandato. Su discurso (a mí juicio) dejó mucho que desear; fue una letanía que resaltó el nacionalismo, el orgullo, la supremacía e intentó brindar seguridad y confianza tanto a los millones de asistentes como a los que por televisión observaban el evento a través de la televisión; sin embargo, no incluyó detalles de su paquete de rescate económico.
Dios fue también importante en su discurso, pues fue citado por Barack en varias ocasiones, al grado de resaltar que “…el saber que Dios nos ha pedido que le demos forma a nuestro camino…”
Lo bueno de lo dicho por Obama fue la intención manifiesta de terminar con guerras fútiles, “…dejando a Irak en manos de su pueblo”, entre otras afirmaciones como el cierre permanente de la prisión de Guantanamo, así como la revisión de los expedientes de los prisioneros de la misma, acciones que confirman su desacuerdo con estas prácticas dictatoriales.
Ante un marco pletórico, y al término del primer discurso como presidente de Barack Obama, continúo la lectura de un poema y posteriormente un reverendo más le brindó unas palabras de bienvenida, cerrando la ceremonia la entonación del Himno Nacional interpretado por el Coro de la Marina estadunidense.
Y después de concluir el día “D” con una cena baile de gala, Barack debe poner en marcha su programa de salvación sin contratiempos, que, en palabras suyas, es la asignatura más urgente para su gobierno, totalmente entendible, pues difícilmente podrán ser atendidas otras áreas sin antes subsanar lo que mantiene en vilo a estadunidenses y a la población mundial.
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