SE REANUDA LA LIGAMX LEÓN VS MAZATLÁN

domingo, agosto 27, 2006

SOLIDARIDAD Y AUTODEFENSA

Aquiles Córdova Morán

Un estudio somero de la historia de los movimientos populares, en México y en el mundo, pondría en evidencia que una debilidad recurrente de los mismos es el sectarismo y la autosuficiencia de las distintas corrientes que los conforman, más acentuados, desde luego, entre quienes se sienten, o son, los más fuertes y mejor organizados. Seguros éstos de que no necesitan de nadie, no sólo ignoran y desprecian a los más pequeños, sino que, con harta frecuencia, incluso los hostilizan y atacan casi con la misma furia con la que combaten a sus verdaderos enemigos. Este aislacionismo, esta tendencia al autismo político, resulta siempre fatal a la larga no sólo porque se opone a la necesaria unidad de las fuerzas del progreso y de la liberación de las mayorías, sino, quizá más aun, porque facilita la tarea de aniquilación al enemigo común, al permitirle atacar por separado, es decir, uno a uno y en forma sucesiva, a los distintos agrupamientos populares, en vez de ofrecerle un frente único y solidario. La forma concreta que asume con frecuencia esta especie de egoísmo de grupo (eso es más o menos el sectarismo), consiste en desentenderse de los ataques que tienen por víctimas a “los otros”, los pequeños y débiles, que casi siempre son el primer blanco de la reacción, porque piensan que a ellos nunca les sucederá otro tanto o que, llegado el caso, sabrán qué hacer y como valerse por sí mismos. Es decir, entre lo que consideran sus deberes y compromisos, no se encuentra nunca el de la solidaridad.
Tales reflexiones, que a muchos les parecerán asaz peregrinas, me vienen a las mientes por una razón bastante real, concreta y particularmente grave. Me refiero a la intensa campaña de terror cibernético de que hemos estado siendo objeto, desde hace ya casi dos años, los miembros y dirigentes de Antorcha Campesina, misma campaña que no sólo se ha intensificado en las últimas semanas (estamos recibiendo hasta dos y tres amenazas diarias a través de Internet y teléfonos celulares), sino que se ha ampliado y profundizado amenazando ahora, directamente, la vida de nuestros hijos, de los hijos de los principales dirigentes antorchistas. Es más, tal como lo hemos informado oportunamente, esa campaña no se ha quedado en las palabras, sino que se ha materializado en dos sucesos bien comprobados, que no dejan lugar a dudas sobre las intenciones de los autores materiales e intelectuales: me refiero al injusto encarcelamiento de Cristina Rosas Illescas, líder antorchista en Querétaro, y de Pánfilo Reséndiz de Santiago, acusados de delitos que nunca cometieron, y al asesinato de Jorge Obispo Hernández, ocurrido en pleno día y en el interior del domicilio particular de quien esto escribe.
Pues bien, tal como lo dijo en su muy leída columna, en un diario de circulación nacional, el distinguido y agudo periodista Federico La Mont (a quien desde aquí saludo con respeto por ese gesto noble), nuestras argumentadas denuncias públicas sobre el peligro que corren nuestras vidas y las de nuestros hijos, los esfuerzos que hemos desplegado para mantener informada a la ciudadanía, a las autoridades competentes, pero, por encima de todo ello, a las fuerzas organizadas de orientación popular y progresista, incluido nuestro propio partido, el PRI, han caído en oídos sordos hasta el día de hoy. Tal como lo dice Federico La Mont, la esperada y obligada solidaridad ha brillado por su ausencia; el silencio en torno a nuestras denuncias ha sido casi absoluto aun de parte de aquellos que, en otras circunstancias, han requerido de nuestro apoyo solidario y lo han recibido con toda generosidad y desinterés.
Pero el egoísmo, la autosuficiencia y la miopía política que los acompaña, va más allá del caso nuestro. Hace pocos días, un importante diario nacional informó, con pelos y señales, que en la llamada Sierra Gorda de Querétaro se está preparando un pequeño ejército de poco más de dos mil jóvenes, en tácticas y prácticas militares a la alta escuela. Para cualquiera que no haya perdido por completo la sensibilidad política y el instinto de la propia conservación, resulta obligado interrogarse: ¿Para qué, para desempeñar qué tareas, se está entrenando este pequeño ejército clandestino? ¿Contra quién van dirigidos estos preparativos de ataque, en un país con una muy grave crisis poselectoral y con una desigualdad económica gigantesca e inocultable? A mi me parece por demás evidente que la amenaza no es sólo contra los antorchistas, sino contra todo aquel que, por su ideario y su actuación política, caiga bajo la denominación de “enemigo”, según la entienden quienes están detrás de esos hechos. Y sin embargo, al igual que pasa con nuestras denuncias, nadie acusó recibo de la nota, nadie hizo el obligado análisis y pronunciamiento en torno a tan obvia amenaza. Tal parece que todo mundo está convencido de que la cosa no va con él.
La situación del país es inestable; la inconformidad de las mayorías hunde sus raíces en la tremenda pobreza y en la humillante desigualdad que priva entre nosotros, y no en las acciones y discursos de un ex candidato presidencial, como afirman puerilmente algunos interesados. Por eso, es la hora de la unidad, de la solidaridad y del mutuo apoyo de las fuerzas populares; es hora de recordar que la solidaridad no es nunca otra cosa que una autodefensa previsora y adelantada. Constituye un grave error ignorar nuestras denuncias sólo porque se trata de Antorcha. Hoy somos nosotros, pero mañana puede ser cualquiera. Hay que actuar y hay que hacerlo ahora; mañana puede ser tarde.

México, D. F., a 23 de agosto de 2006.

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