PÁNFILO, LIBRE; CRISTINA, NO
Omar Carreón Abud
El pasado viernes 9 de marzo, en horas de la tarde, obtuvo su libertad el valiente y decidido antorchista, Pánfilo Reséndiz de Santiago. Salió del penal de San José el Alto, en Querétaro, con la dignidad multiplicada, como siempre han salido de las mazmorras de los tiranos los hombres nobles y progresistas a quienes debemos las libertades de las que podemos gozar hasta ahora los mexicanos. Pánfilo Reséndiz salió libre 24 horas después de que en la ciudad de México se realizara una multitudinaria marcha de mujeres con vestido blanco y flores en la mano que exigían su inmediata liberación, en cierto sentido, Pánfilo Reséndiz, debe su libertad a la decisión de miles de mujeres humildes que nunca dejaron de apoyarlo solidariamente con su trabajo abnegado y, también, lo sabemos, con sus íntimas oraciones.
Salió en libertad Pánfilo, gracias, también, al abnegado trabajo de denuncia pública de la injusticia y crueldad que se descargó sobre su persona que realizaron siempre sus compañeros del Movimiento Antorchista, gracias, asimismo, al apoyo firme de numerosas personalidades y organizaciones políticas nobles que no dudaron en arriesgar su prestigio y su seguridad, poniéndose del lado de un humilde proscrito desafiando al gobierno inescrupuloso de Francisco Garrido Patrón. Y Pánfilo Reséndiz salió libre, igualmente, como consecuencia de la labor experta y honrada de sus abogados, quienes demolieron los argumentos tras los cuales se escondía un gobierno represor. Gracias a todos ellos, Pánfilo Reséndiz de Santiago, está, pues, libre.
Cristina Rosas Illescas, no. Ella, a dos años de su encarcelamiento, permanece encerrada en la sección femenil del penal de San José el Alto y no porque a ella el gobierno del estado de Querétaro sí haya logrado comprobarle los ridículos delitos de los que la acusa, sino porque tomó la decisión política de mantenerla encarcelada afrontando todo el descrédito, todo el daño que pudiera sufrir el estado de derecho en nuestro país, pues, quien debiera de ser garante de la legalidad, se quedó sin argumentos jurídicos, sin un taparrabo de razones para justificar su inquina y, por tanto, ya sin cobertura alguna, ha tenido que echar todo el peso del poder público para mantener la represión.
Omar Carreón Abud
El pasado viernes 9 de marzo, en horas de la tarde, obtuvo su libertad el valiente y decidido antorchista, Pánfilo Reséndiz de Santiago. Salió del penal de San José el Alto, en Querétaro, con la dignidad multiplicada, como siempre han salido de las mazmorras de los tiranos los hombres nobles y progresistas a quienes debemos las libertades de las que podemos gozar hasta ahora los mexicanos. Pánfilo Reséndiz salió libre 24 horas después de que en la ciudad de México se realizara una multitudinaria marcha de mujeres con vestido blanco y flores en la mano que exigían su inmediata liberación, en cierto sentido, Pánfilo Reséndiz, debe su libertad a la decisión de miles de mujeres humildes que nunca dejaron de apoyarlo solidariamente con su trabajo abnegado y, también, lo sabemos, con sus íntimas oraciones.
Salió en libertad Pánfilo, gracias, también, al abnegado trabajo de denuncia pública de la injusticia y crueldad que se descargó sobre su persona que realizaron siempre sus compañeros del Movimiento Antorchista, gracias, asimismo, al apoyo firme de numerosas personalidades y organizaciones políticas nobles que no dudaron en arriesgar su prestigio y su seguridad, poniéndose del lado de un humilde proscrito desafiando al gobierno inescrupuloso de Francisco Garrido Patrón. Y Pánfilo Reséndiz salió libre, igualmente, como consecuencia de la labor experta y honrada de sus abogados, quienes demolieron los argumentos tras los cuales se escondía un gobierno represor. Gracias a todos ellos, Pánfilo Reséndiz de Santiago, está, pues, libre.
Cristina Rosas Illescas, no. Ella, a dos años de su encarcelamiento, permanece encerrada en la sección femenil del penal de San José el Alto y no porque a ella el gobierno del estado de Querétaro sí haya logrado comprobarle los ridículos delitos de los que la acusa, sino porque tomó la decisión política de mantenerla encarcelada afrontando todo el descrédito, todo el daño que pudiera sufrir el estado de derecho en nuestro país, pues, quien debiera de ser garante de la legalidad, se quedó sin argumentos jurídicos, sin un taparrabo de razones para justificar su inquina y, por tanto, ya sin cobertura alguna, ha tenido que echar todo el peso del poder público para mantener la represión.
A Cristina Rosas Illescas, como a Pánfilo Reséndiz de Santiago, la justicia federal los amparó tres veces. La última, hasta ahora, consistió en un amparo de los conocidos como “para efectos”, es decir, una especie de recomendación al Juez Octavo de Primera Instancia, José Reveriano Sánchez Cabrera, para que revisara el auto de formal prisión ya que en él no estaba suficientemente fundamentado el delito de autoría intelectual de los hechos imputados. Como resultado de esa revisión –pido disculpas a los especialistas por utilizar términos no jurídicos, pero me interesa sobremanera hacerme entender- el Juez Octavo de Primera Instancia, dictó una nueva resolución eliminando la mencionada autoría intelectual de los dos inculpados, resolución que implica concederles el derecho a obtener su libertad bajo caución.
No obstante, cuando los abogados de Cristina y Pánfilo se presentan a solicitar la libertad bajo caución, se le concede a Pánfilo y se le niega a Cristina. Se le niega porque -así lo escribe el señor juez- lo solicita el agente del ministerio público, es decir, el representante del gobierno del estado y, en consecuencia, el juez decide mantenerla en prisión. Las razones del señor juez son, resumida y textualmente, las siguientes: porque existe “un riesgo latente de que pudiera conformar nuevas colonias irregulares; lo que implica la posibilidad de que se consume un nuevo daño... de concedérsele a la procesada el beneficio de la libertad bajo caución existiría un riesgo para la sociedad, pues existe la probabilidad de que consumará un nuevo daño que afectará el orden social”. ¡Riesgo latente! ¡La posibilidad! ¡Existiría un riesgo! ¡Existe la probabilidad! Toda la soberbia, el abuso y el cinismo de los poderosos, compendiado en cuatro frases. Cristina Rosas va a pasar a la historia no sólo como una heroína que ha defendido a los humildes en el ejercicio de su derecho a la vivienda, pasará también como un caso único, de escándalo, en la manipulación de la ley.
Pero no es todo. El lector tiene que saber que a Cristina Rosas se le mantiene en prisión porque, según un supuesto “estudio criminológico interdisciplinario”, citado por el señor juez y con el cual “se robustece” su resolución, es una “persona con aspiración intelectual alta”. ¡Bravo Cristina! Has hecho gritar a los fascistas de Querétaro como bramó un día en la Universidad de Salamanca frente a Miguel de Unamuno, una de las mentes más lúcidas de España, otro fascista, el General José Millán Astray: “¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!”. Los has hecho confesar que temen a una líder honrada y consecuente y que consideran peligrosa a una mujer inteligente, aunque sea menudita, como flor del campo. ¡La lucha no ha terminado! ¡Cuéntanos entre los tuyos Cristina!
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