El pasado vienes 30 de noviembre a temprana hora, acudí a invitación expresa de unos compas, a conocido centro nocturno localizado en el vecino municipio guanajuatense, Apaseo el Grande y que lleva por nombre “El Corral de la Chiva”.
Es un lugar donde el libertinaje no tiene límite, el desfogue es generalizado y es proporcional al número de bebidas alcohólicas ingeridas por los visitantes y a su lujuria contenida, lo mismo acuden personas en sus bicicletas que estacionan a la entrada del lugar, que trajeados portando verdaderos carrazos y bebiendo de lo que mejor tenga el famoso “Corral”.
Sin embargo, también otro tipo de visitantes se presentan a divertirse en tan sano lugar, los funcionarios públicos. Como siempre, el lugar estaba hasta la verdadera madre, uno de mis valedores tuvo que pagar $50 pesos por que le consiguiera una mesa un mesero a quien llamó “Pavaroti”.
El tal “Pavaroti” nos dirigió a una mesa que se encontraba frente a una de las cuatro pantallas planas con las que cuenta el lugar, en las cuales, se transmitía el partido de la final por la Copa Sudamericana que disputaban el América de México freten al Arsenal de Argentina, obviamente la atención de los parroquianos no estaba precisamente en la cascara de futbol, sino en el interminable ir y venir de las señoritas que en pelotas se paseaban libremente por los reducidos pasillos de eso que literalmente parecía un corral lleno de chivas locas.
En mi caso (me vale madres si no me creen), me dispuse a ver el partido pues aparte de ser un ferviente aficionado al deporte de las patadas (no me refiero a la política), siempre resulta satisfactorio ver perder al América juegue contra quien juegue y afortunadamente ese fue el caso esa noche.
En esas estaba, ya casi por concluir el encuentro, cuando frente a la mesa que ocupábamos pasó una persona que sin lugar a dudas había visto en algún lado más no me esmeré por recordar donde. Observe de reojo en qué mesa se sentó el individuo aludido y sin más, le reste importancia y concentré la atención nuevamente en la enchorizada que le estaban dando a las aguiluchos, claro, sin olvidar las Modelo Especial que me estaba empujando.
A los pocos minutos, nuevamente el personaje misterioso vuelve a pasar pero en esta ocasión acompañado de dos bellas mujeres semidesnudas y otro de mis acompañantes me pregunta que si no se me hace conocido el señor que acaba de pasar, le contesto afirmativamente y me dice que también a él se le hace conocido pero al igual que yo, no recuerda de dónde.
Como seguramente iba a uno de los privados a pasar un rato agradable con sus damiselas, era de esperar que no tardaría mucho tiempo en realizar su recorrido de regreso al lugar que ocupaba junto con otros dos sujetos, cuando las señoritas lo despacharan, situación que efectivamente ocurrió y al pasar por nuestra mesa volteó y por fin lo pude ver de frente al igual que él lo hizo, con una mirada perdida, rasgos inconfundibles del exceso de alcohol ingerido y es en ese momento cuando digo ¡¡¡POR DULCINEA DEL TOBOSO!!! Si es Martín Jiménez, presidente municipal de Tolimán.
La verdad no fue tanta la sorpresa de ver a este funcionario u a otro incluso de mayor rango, pues ya en su momento encontré al mismo Jesús Rodríguez cuando éste fungía como presidente municipal de Querétaro, en un antro con las mismas características que el antes narrado y que se encuentra al Norponiente de la ciudad de Querétaro.
Lo que sí cabe resaltar en el caso de Martín Jiménez, es su comportamiento, totalmente alcoholizado, pagaba una y otra vez para que las chicas que lo acompañaron de principio a fin durante su estancia en tan agradable lugar, bailaran sobre su mesa mientras el presidente municipal (emanado de Covergencia) y sus acompañantes agarraban a las chamacas como si fueran naranjas en oferta.
En una de esas coincidí con Martín en los pasillos y lo abordé, quise cerciorarme que en verdad se tratara del tolimanense, por curiosidad solamente, y así fue, lo salude por su nombre y me respondió pero no cabía duda que se encontraba desconectado, al grado que al despedirlo y regresar a su mesa, llegó con una de sus acompañantes permanentes de la noche y comenzó a desvestirse; se quitó la camisa y así mero comenzó a tortear a la dama haciendo cosas que ya mejor ahí le paramos.
No soy quien para juzgar quien puede o no entrar a esos lugares y hacer los desfiguros que les vengan en gana, pero si digo que deberían de cuidar un poco más su imagen, pues al ser representantes populares y más de ese nivel, traen consigo el cargo permanentemente, pues no pueden quitárselo para irse a embriagar públicamente, y volverse a poner el cargo para despachar en sus oficinas.
Pero de que nos echamos la botana un buen rato mis compas y yo que afortunadamente fuimos los únicos que lo reconocimos, eso que ni que, además, si supieran la de personalidades que han desfilado por conocidísima casa de citas de la capital queretana, lo de Martín Jiménez sería pecata minuta.
Es un lugar donde el libertinaje no tiene límite, el desfogue es generalizado y es proporcional al número de bebidas alcohólicas ingeridas por los visitantes y a su lujuria contenida, lo mismo acuden personas en sus bicicletas que estacionan a la entrada del lugar, que trajeados portando verdaderos carrazos y bebiendo de lo que mejor tenga el famoso “Corral”.
Sin embargo, también otro tipo de visitantes se presentan a divertirse en tan sano lugar, los funcionarios públicos. Como siempre, el lugar estaba hasta la verdadera madre, uno de mis valedores tuvo que pagar $50 pesos por que le consiguiera una mesa un mesero a quien llamó “Pavaroti”.
El tal “Pavaroti” nos dirigió a una mesa que se encontraba frente a una de las cuatro pantallas planas con las que cuenta el lugar, en las cuales, se transmitía el partido de la final por la Copa Sudamericana que disputaban el América de México freten al Arsenal de Argentina, obviamente la atención de los parroquianos no estaba precisamente en la cascara de futbol, sino en el interminable ir y venir de las señoritas que en pelotas se paseaban libremente por los reducidos pasillos de eso que literalmente parecía un corral lleno de chivas locas.
En mi caso (me vale madres si no me creen), me dispuse a ver el partido pues aparte de ser un ferviente aficionado al deporte de las patadas (no me refiero a la política), siempre resulta satisfactorio ver perder al América juegue contra quien juegue y afortunadamente ese fue el caso esa noche.
En esas estaba, ya casi por concluir el encuentro, cuando frente a la mesa que ocupábamos pasó una persona que sin lugar a dudas había visto en algún lado más no me esmeré por recordar donde. Observe de reojo en qué mesa se sentó el individuo aludido y sin más, le reste importancia y concentré la atención nuevamente en la enchorizada que le estaban dando a las aguiluchos, claro, sin olvidar las Modelo Especial que me estaba empujando.
A los pocos minutos, nuevamente el personaje misterioso vuelve a pasar pero en esta ocasión acompañado de dos bellas mujeres semidesnudas y otro de mis acompañantes me pregunta que si no se me hace conocido el señor que acaba de pasar, le contesto afirmativamente y me dice que también a él se le hace conocido pero al igual que yo, no recuerda de dónde.
Como seguramente iba a uno de los privados a pasar un rato agradable con sus damiselas, era de esperar que no tardaría mucho tiempo en realizar su recorrido de regreso al lugar que ocupaba junto con otros dos sujetos, cuando las señoritas lo despacharan, situación que efectivamente ocurrió y al pasar por nuestra mesa volteó y por fin lo pude ver de frente al igual que él lo hizo, con una mirada perdida, rasgos inconfundibles del exceso de alcohol ingerido y es en ese momento cuando digo ¡¡¡POR DULCINEA DEL TOBOSO!!! Si es Martín Jiménez, presidente municipal de Tolimán.
La verdad no fue tanta la sorpresa de ver a este funcionario u a otro incluso de mayor rango, pues ya en su momento encontré al mismo Jesús Rodríguez cuando éste fungía como presidente municipal de Querétaro, en un antro con las mismas características que el antes narrado y que se encuentra al Norponiente de la ciudad de Querétaro.
Lo que sí cabe resaltar en el caso de Martín Jiménez, es su comportamiento, totalmente alcoholizado, pagaba una y otra vez para que las chicas que lo acompañaron de principio a fin durante su estancia en tan agradable lugar, bailaran sobre su mesa mientras el presidente municipal (emanado de Covergencia) y sus acompañantes agarraban a las chamacas como si fueran naranjas en oferta.
En una de esas coincidí con Martín en los pasillos y lo abordé, quise cerciorarme que en verdad se tratara del tolimanense, por curiosidad solamente, y así fue, lo salude por su nombre y me respondió pero no cabía duda que se encontraba desconectado, al grado que al despedirlo y regresar a su mesa, llegó con una de sus acompañantes permanentes de la noche y comenzó a desvestirse; se quitó la camisa y así mero comenzó a tortear a la dama haciendo cosas que ya mejor ahí le paramos.
No soy quien para juzgar quien puede o no entrar a esos lugares y hacer los desfiguros que les vengan en gana, pero si digo que deberían de cuidar un poco más su imagen, pues al ser representantes populares y más de ese nivel, traen consigo el cargo permanentemente, pues no pueden quitárselo para irse a embriagar públicamente, y volverse a poner el cargo para despachar en sus oficinas.
Pero de que nos echamos la botana un buen rato mis compas y yo que afortunadamente fuimos los únicos que lo reconocimos, eso que ni que, además, si supieran la de personalidades que han desfilado por conocidísima casa de citas de la capital queretana, lo de Martín Jiménez sería pecata minuta.
1 comentario:
jeje yo tambien voy a la sana diversion y hasta me grabe con una de las chicas de ahi....
Publicar un comentario