El sindicalismo, autor de su propia decadencia
Por Minerva Torres Flores
A 118 años de cumplirse el primer Primero de Mayo, el diagnóstico actual del sindicalismo mexicano es revelador de su acelerado debilitamiento respecto del poderío que gozó en los años 30 del siglo pasado. De acuerdo con datos oficiales, el 99.9 por ciento de los sindicatos reconocidos oficialmente son “charros” (grupos que controlan las decisiones trascendentales del sindicalismo para su propio beneficio político); esta masa de trabajadores “organizados” apenas representa el 3.4 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA). Estudiosos y líderes del movimiento obrero confirman, respectivamente, que éste continúa maniatado y con una mentalidad conformista, debido al control ejercido sobre él por sus líderes y gobiernos en turno, pero, al mismo tiempo, muestran irritación por la manipulación de que son objeto.
Los analistas y estudios consultados por buzos coinciden que el sindicalismo en nuestro país nació como instrumento de la clase burguesa en el poder, es decir, surgió para servir a los patrones y al gobierno y no a los propios obreros. De ahí “la gran tragedia del movimiento obrero mexicano, pues nunca ha sido genuino ni independiente del gobierno, tampoco capaz de representar a sus agremiados política y económicamente.
El Estado hizo posible su existencia, al mismo tiempo que condicionó su apoyo: respaldo obrero a la clase triunfante de la Revolución Mexicana a cambio no sólo de garantizar su existencia, sino de compartir cotos de poder y ceder ante demandas gremiales. Este contubernio permitió el nacimiento del sistema corporativo de control de los sindicatos, mejor conocido como “charrismo sindical”.
En opinión del Doctor José Alfonso Bouzas Ortiz, miembro del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEC) de la UNAM, las cosas se han modificado. “Hay una división muy grande de los obreros frente a la clase patronal; cuando menos, en los últimos 15 años el sindicalismo corporativo ha perdido fuerza y representación”. Sugiere que mientras no renuncie a sus esquemas de poder y dominación, el sindicalismo no tendrá solución.
Sindicalización a la baja
El desarrollo de la gran industria en México en las tres primeras décadas del Siglo XX hizo posible que la clase obrera creciera; en el auge de los gobiernos revolucionarios, el promedio de sindicalizados era de 3 millones, con una población mucho menor a la actual, e imperaba una unidad obrera que hoy no existe. De acuerdo con cifras oficiales, a pesar de las graves omisiones que presenta, la tendencia ha sido a la baja.
Según el informe de 2005 del Frente de Trabajadores de la Energía (FTE), cuyas fuentes son el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS), la Población Económicamente Activa (PEA) es de casi 43 millones, de los cuales, sólo 26 millones son “subordinados y remunerados”; de éstos, están registrados 1 millón 392 mil 196 trabajadores a alguna “asociación” sindical, es decir, el nivel de sindicalización en nuestro país es de 3.4 por ciento.
En México, están reconocidos mil 165 sindicatos que en conjunto afilian a una población muy reducida, si se compara con la Población Ocupada (PO) en los sectores agropecuario, silvicultura, caza y pesca cuyo porcentaje es de 15.3 por ciento; la ocupada en el sector industrial es de 25.9 y en el sector comercio y servicios de 58.3 por ciento, entre otras.
“El esquema corporativo pesa sobre el sindicalismo tradicional” afirmó el Doctor en Derecho Social, José Alfonso Bouzas Ortiz, en entrevista con buzos. Esta situación ha propiciado que organizaciones sindicales se integren en nuevas federaciones o confederaciones.
Así, existen 34 centrales reconocidas oficialmente; algunas son pequeñas pero todas tienen un común denominador: ser negocios administrados y controlados por el charrismo sindical. Existen sindicatos denominados “independientes” por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) que no están afiliados a las corporaciones reconocidas. “Se trata de sindicatos controlados por el `charrismo´” recalca el informe del FTE.
También destacan los que se han autodenominado de la misma manera y que provienen de la escisión de organizaciones más grandes. La Unión Nacional de Trabajadores (UNT) del Congreso del Trabajo (CT), por ejemplo. Forman parte de la primera: el Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana (STRM), el Sindicato del Instituto Mexicano del Seguro Social (SNTSS) y el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM), entre otros.
Entre los también proclamados “independientes” destaca el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) afiliado a la Federación Sindical Mundial (FSM).
La Confederación de Trabajadores de México (CTM) está presente en 31 de las 32 entidades federativas. Se dice que durante décadas (la CTM) declaró que afiliaba a más de 5 millones de trabajadores, pero los datos revelan que afilian apenas a 548 mil 173 trabajadores (la quinta parte) en 341 organizaciones; le sigue el CT, presente en 23 estados; luego la Central Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), en 22 entidades, y la Central Regional Obrera Mexicana (CROM) en 17. “Varias organizaciones actúan regionalmente y algunas operan en un solo estado”, revela el informe.
En el Distrito Federal se concentra el mayor número de afiliados y de organizaciones: 1 millón 122 mil 349 de trabajadores que se distribuyen en 421 organizaciones y representan el 80 por ciento nacional; le sigue el Estado de México con 60 mil 666 trabajadores en 106 organizaciones; Nuevo León con 44 mil 964 afiliados en 59 sindicatos.
Al PAN le tiembla la mano
A casi un siglo del nacimiento de la primera central obrera con la bendición oficial, la política del Estado respecto a los sindicatos tiene otro matiz. Ni la STPS ni el INEGI cuentan con estadísticas completas sobre las bases ni tienen control de las representaciones sindicales; simple y sencillamente, el gobierno no se busca problemas y respeta sus espacios de poder.
“La política laboral del gobierno es profundamente antiobrera” definió el también Doctor en Derecho Social e investigador titular del IIEC de la UNAM, Alfonso Bouzas y agregó: “los sindicatos corporativos no están dispuestos a oponerse al gobierno en tanto no se meta con sus espacios de poder y, a cambio de eso, aceptan los términos de la política económica”.
Así, los líderes sindicales consienten, por ejemplo, las cifras alegres que maneja el gobierno en materia de empleo. De acuerdo con información del INEGI, la población mexicana mayor de 14 años es de 74 millones 388 mil 900, la PEA es de 42 millones 699 mil 288 y de ésta, el 96.1 por ciento, es decir, 41 millones de trabajadores 33 mil 958 mexicanos son PO, lo que representa, que en nuestro país el desempleo es de 3.9 por ciento, porcentaje que no corresponde a otros estudios que colocan al país con 72 millones de pobres, la mayoría agobiada por el seubempleo y desempleo.
-buzos (b): ¿Hay control del Estado del movimiento obrero a través de los dirigentes sindicales?
-Alfonso Bouzas: El Estado no controla absolutamente nada; en realidad el que está poniendo las reglas es el sindicalismo corporativo y el Estado, particularmente el gobierno panista, las afecta. El sindicalismo corporativo se ha impuesto al gobierno panista y al gobierno le ha temblado la mano para tocarlo.
Charrismo sindical
La Confederación Regional Obrero Mexicana (CROM), primera gran central de trabajadores, inauguró en 1914 la alianza entre el Estado y la dirigencia de los obreros. Años más tarde, el surgimiento de nuevas centrales y federaciones obreras acentuó esta tendencia que sobrevive hasta nuestros días. Este contubernio permitió el nacimiento del sistema corporativo de control de los sindicatos, mejor conocido como “charrismo sindical”. Sin embargo, se dieron honrosas excepciones.
En la actualidad, prevalecen las artimañas de empresas y líderes sindicales que mediante componendas constituyen organizaciones a modo (sindicatos blancos) y, por ende, contratos colectivos que ante la ley no existen, son prácticas viejas como el nepotismo en los representantes sindicales, líderes que dirigen de manera simultánea más de cinco sindicatos, así como secretarios generales que por más de tres décadas han ejercido el liderazgo de sindicatos poderosos que les ha permito amasar fortunas.
O llega a suceder el efecto contrario: que el empresario simplemente no permite la existencia de los sindicatos.
Un caso: Elvira Herrera Tapia de 39 años, trabaja en la fábrica de chicles PLASTICOVER S.A. de C.V. en Chimalhuacán, Estado de México. En su vida ha trabajado en dos factorías y no sabe qué es un sindicato ni para qué sirve, sólo recuerda que su patrón reunió a “los que ya llevábamos tiempo y nos llevaron a las oficinas de la Secretaría del Trabajo para que dijéramos que no queríamos sindicato”. Nunca la han vuelto a llamar ni ha vuelto a escuchar de él.
De acuerdo con el informe del FTE, el 99 por ciento de los sindicatos son “charros”, existen 12 mil contratos colectivos no han sido revisados y en ningún momento fueron del conocimiento de los trabajadores porque han sido elaborados entre la empresa y los líderes charros. Bouzas Ortiz asegura que 90 por ciento de la contratación colectiva es de a “mentiritas” pues las centrales gestan la mayoría de los contrato colectivos de protección.
El ser líder sindical se ha convertido en una profesión y los dirigentes no están dispuestos a renunciar a ejercer el poder que esto les posibilita. “En México, los dirigentes sindicales, en función o en razón de que detentan la toma de nota, son dueños del sindicato (en ese momento forman parte de la política oficial). Obtienen ganancias tanto económicas como políticas frente al Estado, frente a la empresa”, aseguró Alfonso Bouzas.
La división entre los obreros y la case patronal no responde a los intereses de los trabajadores; el gobierno panista le permite menos negociación, menos posibilidades de atender los requerimientos de los afiliados y ello, de manera natural, lleva a que desaparezcan las organizaciones tradicionales.
Es aquí donde entra el Proyecto Lozano, precedido por el Proyecto Abascal, que presenta un modificación al artículo 35 de la Ley Federal del Trabajo, donde pretende incorporar dos nuevos conceptos de contratación: trabajo temporal y trabajo por aprendizaje, los cuales cancelarán prestaciones económicas y sociales y a las mismas organizaciones sindicales.
“Es un poco más rabioso. La reforma laboral que tanto las empresas como el sindicalismo corporativo quieren, es aquella que le otorgue todas las flexibilizaciones posibles; la que el sindicalismo independiente quiere, es una en la que el tema de la libertad y la democracia sindical vayan por delante”, afirmó el Doctor José Bouzas.
Sindicalismo, debilitado
Las recientes reformas a la Ley del ISSSTE y propuestas de reforma laboral por parte del Ejecutivo, han puesto al desnudo los niveles de solidaridad y unión de la minoritaria clase obrera “organizada”.
Ejemplos:
En los últimos días de septiembre del año pasado, el STUNAM emplazó a huelga a la Institución en demanda del 15 por ciento de incremento al salario; las autoridades universitarias ofrecieron 4.25 por ciento de incremento, el cual fue aceptado por los agremiados, además de una bolsa de 30 millones de pesos para el reordenamiento tabular.
Agustín Rodríguez Fuentes, secretario general del STUNAM que tiene afiliados a 24 mil 500 trabajadores administrativos de base y 5 mil 500 académicos, en entrevista con buzos justificó el haber aceptado esa oferta. “Es una negociación; una negociación no es el cien por ciento o nada. Hay otra parte, póngase en el lugar de los patrones. La justificación (de haber emplazado a huelga) no justifica que te lo tengan que dar forzosamente. Es parte de una lucha”.
- (b) Las leyes económicas dicen que debe de haber un intercambio de equivalentes entre comprador (de la fuerza de trabajo) y el vendedor.
- Agustín Rodríguez: Las leyes en este país no funcionan; aquí se opera a partir de criterios y conceptos políticos y en ningún otro país las leyes se aplican a rajatabla. Eso es en los libros, en la teoría es eso; en la práctica es una lucha frontal….
Por su parte, Juan Manuel Pérez Vázquez, ex trabajador de Luz y Fuerza del Centro y afiliado al SME que tiene 42 mil agremiados, dijo,respecto al emplazamiento a huelga que lanzaron los electricistas en demanda del 22 por ciento, del que finalmente aceptaron 4.25 por ciento, que más que pedir un aumento salarial plantean la restitución del poder adquisitivo.
“Es un problema de correlación de fuerzas. En una lucha desigual en donde el enfrentamiento ya no es entre la empresa y el sindicato, sino entre todo el aparato del Estado en contra del sindicato; desde luego que la fuerza es muy desigual. Otra cosa sería, si estuviéramos todos los sindicatos unidos. Necesitamos recuperar mucho más fuerza de otros gremios, de otras organizaciones.
Es estratosférico el incremento que pedimos, nos gritan; `es aristocrático porque ningún trabajador tiene lo que ustedes´. Es probable, pero eso se debe a que existe una cauda de líderes corruptos de otros sindicatos que no luchan por sus organizaciones, que estiran la mano y aceptan lo que les suelta el patrón”, apunta.
El Sindicato de Trabajadores de Universidad Autónoma Metropolitana, mostró a su vez la capacidad de “resistencia” y de “unidad” de los sindicalizados ante el embate de la política laboral oficial; después de 64 días de huelga, aceptó finalmente 50 por ciento de salarios caídos, 4.25 de incremento salarial del 35 por ciento que había demandado originalmente, 1.2 por ciento en prestaciones y un bono único de 2 mil 500 pesos.
Otros de los sindicatos sometidos por el oficialismo es, según las evidencias, el de los burócratas federales. Nada dijo ni ha intercedido por sus afiliados del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) que estaban en activo al momento de entrar en vigor la nueva Ley (primero de enero de 2008), y que hasta el 30 de junio de éste año deberán elegir el sistema pensionario que desean que los rija.
Para ellos se brindaron dos opciones: el de la acreditación del Bono de Pensión de cada trabajador o Artículo Décimo Transitorio, que establece que podrán jubilarse hasta el 2009 habiendo cumplido los 30 años de servicio los hombres y 28 las mujeres. A partir de 2010 deberán cumplir como edad mínima para jubilarse: 51 años los hombres y 49 las mujeres, requisito que aumentará en uno cada dos años.
A pesar de los cientos de miles de amparos y las varias manifestaciones, la ley está vigente.
Sometimiento perpetuo
El investigador Bouzas Ortiz opina que el sindicalismo independiente, aunque a veces se ha manifestado por la política laboral panista, ha sido incapaz de concretar acciones que obliguen a matizar y a hacer variaciones en la política laboral que se tiene en México, por lo que aceptan y firman, año con año, esquemas de absoluto control en el incremento salarial. No solamente es un problema de oferta y demanda del trabajo, sino que los sindicatos corporativos no están dispuestos a enfrentarse al gobierno, en tanto éste no se meta en sus espacios de poder.
El sindicalismo mexicano está bastante debilitado; “tal como es, está en sus peores condiciones”, definió Alfonso Bouzas.
En esta situación que describe el investigador, en nuestro país existen sindicatos fuertes que han aceptado un incremento mínimo a sus demandas. A juicio del entrevistado, el único factor que explica eso “es el desempleo, por eso se replegaron. Aun cuando se percataron de que no podían lograr lo que estaban pretendiendo (SME), hicieron el intento; finalmente negociaron porque un sindicato solo no puede hacer lo que todos los sindicatos juntos pudieran lograr”.
Primero de Mayo
Un clase obrera desorganizada y dependiente del sindicalismo corporativo dividido en cientos de confederaciones sin alcance nacional, será el actor principal de la celebración de la fecha conmemorativa del Día del Trabajo, que tiene su origen en la propuesta original del primer Congreso de la Internacional Socialista de establecer un día de lucha universal para reclamar la jornada de ocho horas, de la que resultó, el asesinato de los “Mártires de Chicago”, una consecuencia de este interés, no la causa, como falsamente se cree.
Este Primero de Mayo, finiquitado desde el primer gobierno federal panista, el desfile obrero, se limitará a “una marcha única” del Monumento a la Revolución al Zócalo capitalino por parte de trabajadores afiliados al Frente Sindical Mexicano, que ha convocado a todas las organizaciones. “Este país requiere de una clase obrera activa, para tal efecto requerimos de los trabajadores de la ciudad, el campo y el mar”, dijo el sindicalista del SME, Juan Manuel Pérez Vázquez.
Agustín Rodríguez del STUNAM, por su parte, luego de asegurar que el sindicalismo mexicano está disperso, aseveró que la sociedad mexicana tiene una apreciación negativa del sindicalismo porque “el papel del gremio se ha pervertido”.
Este efecto “dominó” de fracasos sindicales tiene raíces profundas desde su fundación; sin embargo, el panorama se ve poco alentador cuando, desde el mismo seno de la mayoría de los sindicatos, no se replantea el rumbo, ni la tarea de unificar al movimiento obrero.
“Estamos hablando de un problema de madurez y de conciencia de clase”, puntualiza el investigador José Alfonso Bouzas Ortiz.
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