SEDESOL Y EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA POPULARAquiles Córdova MoránSecretario General del Movimiento Antorchista NacionalHoy que amanecí con pocas ganas de trabajar, haré lo que suelen hacer algunos experimentados articulistas: poner a otro a escribir en mi lugar, tanto más, cuanto que he dado con quien dice mejor que yo lo que quiero decir. El autor a quien cito, en la parte relativa, comienza así: “Pero he aquí que el verano último se produjo una formidable inundación como suelen ocasionar año tras año, y por razones fácilmente explicables, los ríos canalizados que cruzan nuestras grandes ciudades…” (¿No es esto lo que nos ocurre, y por las mismas razones, cada temporada de lluvias?). Y continúa: “Escuchemos lo que dice el Weekly Times de Manchester, del 20 de julio de 1872:“La desgracia que ha caído sobre la población del valle bajo del río Medlock el sábado último es de esperar que tendrá una consecuencia feliz: atraer la atención pública sobre el escarnio evidente de todas las leyes de la higiene, que desde hace tanto tiempo se ha tolerado ante las narices de los funcionarios… En un tajante artículo de nuestra edición diaria de ayer se reveló, aunque apenas con la debida energía, la situación ignominiosa de algunos de los sótanos-vivienda, inundados por las aguas en las calles Charles y Brook. Una encuesta minuciosa, hecha en uno de los patios citados en dicho artículo, nos autoriza a confirmar cuanto en él se relató y a declarar que hace mucho tiempo que estos sótanos-vivienda deberían haber sido cerrados. Mejor dicho, no hubieran debido ser tolerados jamás como habitaciones humanas. Squire´s Court está formado por siete u ocho casas habitación, situadas en las calles Charles y Brook. El viandante…puede pasar por allí un día tras otro sin sospechar que allí, bajo sus pies, en unas cuevas, viven seres humanos. El patio escapa a la mirada del público y no es accesible sino a aquellos a quienes la miseria obliga a buscar un refugio en ese aislamiento sepulcral. Incluso cuando las aguas del Medlock, habitualmente contenidas por los diques, no pasan de su nivel habitual, cualquier chaparrón obliga a estas aguas horriblemente pútridas a remontar desagües y canalizaciones inundando las viviendas con gases pestilentes, recuerdo que deja tras de sí toda inundación…”“Squire’s Court se encuentra a un nivel aun más bajo que los sótanos de las casas de la calle Brook…y el agua pestilente que subió el sábado por los desagües ha llegado hasta los techos. Lo sabíamos y esperábamos, pues, encontrar el patio deshabitado o bien ocupado solamente por los empleados encargados de limpiar y desinfectar las paredes malolientes. En vez de esto, en el sótano-vivienda de un barbero vimos a un hombre ocupado en… cargar en una carretilla un montón de basura putrefacta. El barbero, cuyo sótano estaba ya más o menos limpio, nos envió más abajo, a una serie de viviendas de las cuales nos dijo que si supiera escribir escribiría a los periódicos para exigir su clausura. Llegamos así, finalmente, a Squire´s Court, donde encontramos a una bella irlandesa lavando ropa. Ella y su marido, un guarda nocturno, habían vivido en el patio durante seis años y tenían una familia numerosa… En su casa las aguas habían subido hasta el tejado, las ventanas estaban rotas y los muebles no eran ya más que un montón de ruinas. Según nos dijo el hombre, no había podido hacer su casa soportable, en lo que se refiere al hedor, más que blanqueándola con cal cada dos meses… En el patio interior, el redactor encontró tres casas lindantes con la casa descrita anteriormente. Dos de ellas estaban habitadas. El hedor era tan grande que el hombre más resistente no podía sustraerse a las nauseas al cabo de algunos minutos… Este agujero repelente estaba habitado por una familia de siete personas, que el jueves por la noche (primer día de la inundación) habían dormido en la casa. O más exactamente, como rectificó la mujer, no durmieron, pues ella y su marido no habían cesado de vomitar durante una gran parte de la noche a consecuencia del mal olor. El sábado, cuando ya les llegaba el agua hasta el pecho, hubieron de llevar a sus niños al exterior. La mujer tenía igualmente la opinión de que en aquel lugar no podían vivir ni los cerdos, pero que dada la baratura del alquiler… lo habían alquilado, sobre todo porque en los últimos tiempos su marido, enfermo, no podía trabajar”.
El espeluznante relato sigue, pero para mí con esto basta. Ahora pregunto: ¿no nos resulta familiar esta historia? ¿No se parece, como un huevo a otro huevo, a lo que padecemos en todo el país, pero con particular agudeza y frecuencia en la Ciudad de México y otras capitales como Villahermosa, cada temporada de lluvias? ¿No es esto, c por b, lo que les acaba de suceder a los habitantes de la colonia Valle Dorado en Tlalnepantla? Repito que el relato se publicó el 20 de julio de 1872, es decir, hace poco más de 137 años. Y ese es, por tanto, el tamaño de nuestro rezago en materia de vivienda. Por eso, el Movimiento Antorchista Nacional se ha puesto a la cabeza de miles de víctimas de tal rezago y ha planteado ante la Secretaría de “Desarrollo” (?) Social, SEDESOL, un paquete de acciones para mejorar la vivienda que no es, ni con mucho, la solución del problema. Y a pesar de ello, lo único que hemos obtenido (incluso del propio titular de esa Secretaría) ha sido, primero, engaños y aplazamientos; luego un ofrecimiento ridículamente bajo, calculado con toda intención de que fuera rechazado, para echar la culpa a los solicitantes; y, por último, el clásico “ni los veo ni los oigo” acompañado de burdas calumnias para justificar la increíble torpeza e insensibilidad oficiales. No queda, pues, más camino que la lucha social, que la protesta pública. Y ¡ojo para los paladines del libre tránsito de automóviles y del sagrado derecho de libre comercio! Están a tiempo de impedir las molestias que de tan mal humor los ponen, reclamando a los responsables justicia para los desamparados. Si no, a ellos, y no a los antorchistas, quéjense de sus desgracias frente a las cuales, según ustedes, no son nada los que padecen los sin vivienda.
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