SE REANUDA LA LIGAMX LEÓN VS MAZATLÁN

domingo, mayo 23, 2010

SIN PASEILLO

Pocas situaciones me causan tanta satisfacción como saber de la detención de algún grafitero, que pierdan la Chivas (y no soy americanista, le voy a la Máquina) o, que un toro ensarte a un torero como en el caso que ilustra la imagen, donde el diestro (que no resultó tanto) español, Julio Aparicio, sufrió la semana pasada una espeluznante cogida de parte de su primer toro de la tarde en la plaza de Las Ventas de Madrid, España.


Muchos pensarán que cómo puedo alegrarme de una situación así cuando está en juego la vida de este sujeto, pues bien, el “arte” de la tauromaquia me parece que es uno de los espectáculos más retrogradas que en pleno siglo XXI siguen existiendo; yo preguntaría, cómo puede haber gente que le cause satisfacción el ver a un animal lleno de espadas y banderillas en el lomo mientras un ojete lo pica aún más y le hace faenas con el capote, haciendo de la muerte lenta y dolorosa del astado, la satisfacción de los seguidores en las (afortunadamente) pocas plazas que hay en el mundo.

Algunos seguidores de este burdo quehacer, justifican esta práctica argumentando que se trata de un arte, y efectivamente, en estricto apego a su literal significado, que es: virtud, disposición y habilidad para hacer algo (Real Academia Española), podemos catalogar esta actividad como un arte; sin embargo, si así son las cosas, también el homicidio, la guerra, el narcotráfico y un sinfín de “habilidades” empleadas para causar daño, deberían ser consideradas como un arte, pues quien las realiza en muchos de los casos lo hace con una habilidad y destreza dignas si bien no de admirar, sí de reconocer.

Alguien (que está a favor de la “fiesta brava”), me señalaba que estos toros de lidia son especiales y que nacen con la "virtud" de ser bravos para ser expuestos en el ruedo, es decir, para ser matados vilmente por un sujeto que cobra muchísimo dinero por ello.

Agregaba mi interlocutor que son animales salvajes y que al ser toreados, mueren dignamente. ¡no mam… ¡ le respondí. ¡Cómo dignamente! cuando son burlados, picados y finalmente, muertos de la manera más ruin, y todavía les cortan las orejas y el rabo para satisfacción y orgullo del soquete que se “dignó” acabar con él.

Si quieren dignidad, que se batan a duelo como se hacía antaño, eso sería mucho más digo y sobre todo, justo, que dos personas cada una con armas iguales y con pleno conocimiento de lo que van a enfrentar, se agarren ya sea a balazos, espadazos, madrazos o, de perdida, a mentadas, pero uno y uno, de igual a igual.

Al torero nadie lo obliga a retar a un toro, lo hace por convicción propia y con mucha preparación de por medio, en cambio el animal no tiene opción, va al matadero a la de cachete, y nadie lo entrenó para hacerle frente a la bola de cabr… que lo están chingue y chingue.

Cuando el torero es corneado, o simplemente revolcado, de volada se meten otros weyes para quitarle al toro de encima; pero cuando al toro le clavan la espada, a poco abren las puertas para que entren otros animales a hacerle el quite, o acaso hay un hospital y médicos especialistas para tratar las heridas del burel en cuando es herido.

Hace muchos años fue mi primera y única ocasión que asistí a un espectáculo tan denigrante como lo son las corridas de toros. No es que no entienda su presunta “lógica”, lo que no entiendo es que haya gente que lo festeje, que lo aplauda, que los disfrute, que no lo encuentre repugnante, eso es lo que no me queda claro, pero bueno, tal vez tampoco ellos entienda la satisfacción que me causa el ver que el toro no fue en esta ocasión el que salió arrastrado; ahora espero que le paguen al toro lo que le iban a dar al torero, ya que fue el animal -de cuatro patas- quien venció abruptamente, al de dos.

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