SE REANUDA LA LIGAMX LEÓN VS MAZATLÁN

lunes, junio 06, 2011

EL OFICIO DEL IDEALISTA


El ser idealista, conlleva compromisos principalmente con uno mismo, con sus valores, con sus principios, con sus creencias, con el ansia de actuar en busca de ese objetivo que satisfaga, más que un beneficio personal, el de resarcir daños cualquiera que éstos hayan sido y contra quien se hayan cometido, y con ello, conseguir eso que pocos, muy pocos, logran obtener: la trascendencia.

El idealista sabe que en una batalla se puede perder; pero también sabe, que el rendirse nunca será una opción, siempre encontrará motivaciones y buscará mecanismos que le permitan seguir en la lucha, por dura y desigual que ésta sea.

El ser idealista reviste lealtad, aun cuando, él mismo sabe que no siempre será correspondido de la misma manera, no se confía de nada ni de nadie; sabe que la traición es un comportamiento natural de la gente débil y sin convicción, incluso, de aquéllos que se dicen sus amigos.

El camino del idealista en la mayoría de los casos, se proyecta solitario, porque pocos entienden y, mucho menos comparten y adquieren, el compromiso moral y la carga emocional, que este tipo de personas llevan consigo.

El idealista sufre tanto como disfruta las afrentas que se le infieren, porque sabe que tarde o temprano se presentará la oportunidad en que cada uno de los golpes recibidos, sea devuelto uno por uno, y para ello, se prepara al máximo a fin de no errar en ese cometido que se llega a convertir en un estilo de vida, al menos, hasta ver completada su obra.

El idealista se distingue del soñador en que el primero de ellos solamente maquina pensamientos, ideas, sueños; el idealista, en cambio, también sueña, proyecta, planea; pero también crea, activa, ejecuta, construye, pone en práctica todos aquellas ideas estructuradas que una y otra vez ha repasado y que considera las más idóneas para su cometido, no es un improvisado.

El idealista sabe que el liderazgo no se obtiene por decreto, que ser líder representa una actitud de respeto a las ideas, de preparación, de servir, de ser congruente con lo que se dice y se hace; hay quien confunde tiranía con liderazgo; pero la historia es implacable con este tipo de personas, e invariablemente, las coloca en donde deben de estar: en el nada grato muro de la vergüenza.

La amistad para el idealista es de un valor inapreciable; sin embargo, sabe que lo que tenga en mente realizar, no es cuestión de amistad, sino de compromiso y preparación; por tal razón, busca allegarse de las personas indicadas para alcanzar la consecución de sus objetivos.

Los riesgos son calculados, pero también, los ataques, el idealista, en una batalla, debe tener como una de sus herramientas más poderosas: la dialéctica. Esa acción que prevé las ofensivas contrarias y a su vez, determina los propios ataques, y quien sabe de ajedrez, entenderá este sentido y lo apasionante y maravilloso de estar inmerso en una dinámica de este tipo, sea en el juego, o en la realidad.

El ser idealista, no es sinónimo de ser radical, o de no aceptar críticas, señalamientos, o consejos; por el contrario, muchas de sus ideas provienen precisamente de lo que con anterioridad otras personas le han expuesto, sabe que en la construcción del pensamiento, la base del mismo es la experiencia y, desde luego, es más práctico transmitirla, que adquirirla.

El mundo en su modo progresista, ha sido cimentado por idealistas, por activistas que, en lo que menos se detuvieron a pensar, fue precisamente en que no serían capaces de realizar lo que pensaban, esa, no era una opción para ellos. Los medrosos, los oportunistas, vividores, se limitan a gozar de lo que los idealistas han creado, y, todavía, son tan cínicos y sinvergüenzas, que se atreven no sólo a criticarlos sino incluso, buscar su destrucción.

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