SE REANUDA LA LIGAMX LEÓN VS MAZATLÁN

domingo, abril 06, 2008

INTERNACIONAL/ESTADOS UNIDOS

PROCESO
Sepultados en vida
Por Martha Patricia Glovine
Proceso 1640/6 de abril de 2008 p. 38

En Texas, 360 prisioneros de la cárcel Polunsky se encuentran en el pabellón de la muerte. Aislados en celdas de concreto, sujetos a maltratos y humillaciones, su espíritu se rompe antes de ser ejecutados. En esta cárcel se encuentran 14 mexicanos. ocho de ellos interpusieron recursos de apelación a sus sentencias de muerte con base en el dictamen que la Corte Internacional de Justicia emitió para que Estados Unidos revisará sus casos debido a violaciones a sus derechos consulares. Sin embargo, el pasado 25 de marzo, la Corte Suprema de Justicia estadunidense rechazó tal dictamen. Ahora, estos presos mexicanos están a la espera de una fecha para morir.

EL PASO, TEXAS.- “Imagine que vive encerrado 23 horas al día dentro de una pequeña celda en la que cada una de las paredes que lo rodean es concreto gris. Una celda sin ventanas, sellada por una puerta de metal sólido con dos pequeñas ranuras por donde le deslizan la charola con comida.
“Piense también que es sometido a un aislamiento absoluto de otro ser humano y que está imposibilitado de sostener una conversación o contacto visual con otra persona a través de esas gruesas paredes.
“Ahora imagine que tiene años viviendo en esas condiciones y que vivirá así por el resto de su vida, hasta el momento de ser escoltado a la cámara de la muerte para ser ejecutado.”
Así describe Héctor García, de 46 años, las condiciones de su espera en el “pabellón de la muerte”, en una carta que envió a la reportera en diciembre pasado. En 1990, un tribunal del estado de Texas lo condenó a morir por inyección letal después de declararlo culpable por el asesinato de un joven de 14 años durante un robo en una tienda ubicada en el condado de Hidalgo, Texas, en 1989.
García es uno de los 360 condenados a muerte que se encuentran en un pabellón de máxima seguridad, construido expresamente para ellos en la prisión llamada Unidad Polunsky, localizada en la ciudad de Livingston, Texas.
En ese pabellón están otros 13 mexicanos, ocho de los cuales presentaron recursos de apelación a su sentencia con base en el argumento de que se violaron sus derechos consulares: cuando fueron detenidos, las autoridades judiciales estadunidenses no les notificaron que tenían derecho a contar con asistencia de algún consulado de México.
Los reos interpusieron tales recursos de apelación después de que, en 2004, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) pidió a Estados Unidos revisar las sentencias de 51 de los 53 mexicanos condenados a muerte, precisamente por esas violaciones a los derechos consulares. Su ejecución se pospuso.
Sin embargo, el pasado 25 de marzo la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos rechazó el dictamen de la CIJ. Ahora los tribunales de Texas pueden determinar las fechas en que serán ejecutados.
Los ocho presos mexicanos que interpusieron su apelación son Rubén Cárdenas, de Guanajuato; Roberto Ramos, de Zacatecas; Felix Rocha y Virgilio Maldonado, de Michoacán; Ignacio Gómez y César Fierro, de Chihuahua; y Humberto Leal y Ernesto Medellín, de Nuevo León.
En el caso de Medellín –sentenciado en 1998 por la violación y el asesinato de dos muchachas, de 14 y 16 años, en Houston- fue tomado por la CIJ como referente para emitir el dictamen en que pide revisar las sentencias. Como la Corte Suprema de Justicia finalmente rechazó este dictamen, estableció un precedente jurídico para el resto de los casos de este tipo.
“Es un revés, pero no todo está perdido para estos mexicanos condenados a muerte. Sus representantes legales seguiremos buscando la forma de salvarles la vida”, dice a la reportera Richard Burr, abogado de César Fierro, quien fue sentenciado a muerte en 1980 por el robo y asesinato de un taxista en El Paso, Texas.
“Cada vez que reciben un revés judicial, estas personas se hunden en la angustia de enfrentar nuevamente y en absoluta soledad la idea de su ejecución”, dice al respecto Rick Halperin, miembro de la Junta Directiva de Amnistía Internacional (AI) en Estados Unidos.

Tumbas de concreto

En 2006, la organización US Human Rights elaboró un informe sobre las condiciones en que viven los reos del “pabellón de la muerte” de la Unidad Polunsky.
El documento señala que estos prisioneros estaban anteriormente en la cárcel conocida como Unidad Ellis. En 1998 siete de ellos intentaron fugarse y su líder, Martín E. Gurule, murió en el intento; el resto se entregó a las autoridades penitenciarias.
A partir de ese hecho, las autoridades del Sistema de Justicia Penal de Texas decidieron construir un pabellón de máxima seguridad que impidiera a los reos comunicarse entre sí para planear otra fuga y los privara del contacto con el mundo exterior. Esas instalaciones se construyeron en la Unidad Terrel, más tarde denominada Polunsky, cuya población total es de 2 mil 845 prisioneros.
En noviembre de 1999 las autoridades trasladaron a este pabellón a 454 condenados a muerte, cuyas condiciones de reclutamiento cambiaron radicalmente de un día para otro.
El informe de US Human Rights enumera las diferencias: si en Ellis había celdas con barrotes que permitían a sus ocupantes comunicarse con otros presos, en Polunsky están encerrados en cuartos de cemento de dos metros de ancho por tres de largo y sellados con puertas de metal; si en Ellis podían ver televisión, en Polunsky eso está prohibido y sólo pueden escuchar estaciones de radio, su única “fuente de estimulación mental”.
De igual forma, en Ellis los presos contaban hasta con 14 horas diarias de recreación al aire libre, pero en Polunsky sólo tienen una hora al día para estar, completamente solos, en otra área: una celda interior, un poco más amplia, en la que sólo se puede caminar.
“Lo que perdimos en un abrir y cerrar de ojos es indescriptible”, apunta el hispano Charles Flores en el libro Warriors within, que escribió en esa prisión, donde permanece recluido: “El Estado de Texas ha decidido que tiene que torturarnos antes de asesinarnos legalmente”, añade Flores, quien fue sentenciado a muerte por el asesinato de una mujer de 64 años durante un robo en Dallas, en 1998.
En la carta que envió a la reportera, el prisionero Héctor García informa que el pabellón de los condenados a muerte es un edificio dividido en seis secciones, cada una con 84 celdas. En el centro del pabellón existe un cuarto circular de cristal grueso, desde el cual los guardias vigilan todas las celdas y controlan las puertas de éstas y de los baños.
Afirma García que “cada sección tiene a su vez una jaula interior”, más grande, en la que los introducen para la “recreación (de una hora), cinco días a la semana”. Señala que fuera de este edificio existen dos áreas más, a las que son llevados dos veces a la semana. Éstas, dice, son “como cajas grandes de cemento” con barrotes en el techo y que impiden el contacto con otros presos.
Cuenta, así mismo, que la rutina impuesta por las autoridades carcelarias impide a los reos dormir más de cuatro horas continuas. El desayuno, por ejemplo lo sirven a las 3:00 de la mañana.
Halperin dice que AI recibe constantemente cartas de presos en las que se quejan de abusos y maltratos. En varias de ellas dicen que los guardias entran a su celda en la hora de “recreación” para robarles o destruir sus escasas pertenencias: papeles, fotografías y utensilios de limpieza, como el cepillo de dientes, que para ellos es muy valioso.
Por eso, “muchos reos preferimos no salir a recreación o no acudir a los locutorios de visitas con tal de no dejar sola su celda… La invasión a sus celdas los perturba tanto que algunos han llegado a embarrar las paredes de heces fecales para hacer su entorno intolerable y así evitar la incursión de los guardias”, agrega Halperin.
Otros reos se quejan de las inspecciones corporales a las que son sometidos regularmente y que consideran humillantes. Flores describe en su libro una de estas revisiones “Desnúdense –ordena el guardia desde el exterior de la celda-, pase los dedos por el cabello, saque la lengua, levante los testículos. Ahora voltéese, agáchese y muéstreme su trasero”.

Espíritus rotos

El condenado a muerte Héctor García anota: “Hay que usar la mente y la imaginación para no perder la razón. El trato que nos dan es terrible e inhumano, y pienso que todo esto está diseñado para volvernos locos, para que perdamos la razón y el deseo de seguir viviendo y luchando por nuestras vidas. Y sí: lo han logrado con muchos”.
E efecto, muchos de estos prisioneros sufren problemas mentales. Uno de ellos es César Fierro.
“Quizá usted no esté al tanto, pero César Fierro va de mal en peor, deteriorándose completamente, y nadie está haciendo nada por ayudarlo. Y no sólo él, también otros mexicanos. este lugar nos está matando lentamente, créamelo”, escribió el prisionero OSVALDO Soriano en una carta dirigida a la reportera el 23 de mayo de 2004. Soriano abandonó el pabellón de la muerte en 2005, después de que su sentencia fue conmutada por cadena perpetua debido a que era menor de edad cuando cometió un asesinato.
Antes de ser enviado a Polunsky, Fierro estuvo en la cárcel de Huntsville, Texas. Tenía sobre peso y los guardias le habían puesto el mote de El Osito. Durante don entrevistas con esta reportera, realizadas en 1995 y 1998, hablaba coherentemente y de manera serena. En agosto de 2006 la reportera lo volvió a entrevistar, ya en el penal de Polunsky, y se comprobó su deterioro físico y mental: se encontraba extremadamente delgado, casi en los huesos. Daba la impresión de haberse encogido. Su mirada denotaba miedo, era semejante a la de un animal perseguido. Contestaba las preguntas de la reportera con frases sin sentido.
Fierro fue conducido por un guardia hasta un locutorio similar a una jaula, en el que los rpesos reciben visitas de sus abogados y familiares. Se mostró visiblemente apenado cuando el guardia le arrancó un cepillo de dientes que llevaba en el ojal del uniforme carcelario.
Durante la entrevista murmuraba frases atropelladamente. Aseguraba que ya le habían concedido la libertad y que esperaba que al día siguiente lo trasladaran a su casa de Ciudad Juárez, pero, angustiado, pedía a la reportera que no se lo dijera al guardia que permanecía a sus espaldas, para evitar que él impidiera su salida.
Ya para despedirse, Fierro se pudo de pie y entonó el himno nacional de Estados Unidos. Luego agradeció al presidente George Bush su “ayuda”.
Un mes después de esa entrevista escribió a una carta a la reportera: “Regresé a mi solitud (sic), melancólica. Pero con ustedes estuve felix como una lombrix”.
Posteriormente, en una carta fechada en septiembre de 2006, escribió: Suicidio psicológico por hipnosis u otro insinuado. También el intento de confundir y manipular. También cortadas, y golpizas, hambre”.
Desde que fue sentenciado a pena de muerte en 1980, a César Fierro se le ha fijado 14 veces fecha de ejecución; en varias ocasiones ésta fue cancelada horas antes de llevarse a cabo. El abogado Burr expone el deterioro de Fierro es tan grave que incluso se niega a ver a sus defensores y los acusa de conspirar contra él.
En su casa, Héctor García dice que en Polunsky “ha habido más suicidios que en Ellis” y que también ha crecido el número de sentenciados que desisten de apelar sus sentencias: “Son voluntarios a ser ejecutados, que es también una forma de suicidio, pues son gente que ya no quieren seguir viviendo en estas condiciones inhumanas”.
Michelle Lyons, vocera del Departamento de Justicia Penal de Texas, informó a la reportera que en este año se han suicidado dos condenados a muerte en Polunsky: Jesús Flores y William Robinson.
El primero ingresó en 2001 al pabellón de la muerte por el asesinato de un alguacil. El pasado 29 de enero, los guardias lo encontraron en su celda con laceraciones en la frente y la garganta. Intentó escribir en la pared un mensaje con su propia sangre. Tenía 25 años.
Robinson, sentenciado por el asalto de un hombre en Houston, murió en la unidad de cuidas psiquiátricos de la cárcel después de que se colgó en su celda con la sábana de su cama.
En su informe, US Human Rights sostiene que las condiciones en que se encuentran los reos en el pabellón de la muerte de Polunsky implican violaciones de acuerdos internacionales, como la Convención Internacional de Derechos Políticos y Civiles (CIDPC), signada por Estados Unidos.
El informe precisa que Estados Unidos no cumple el artículo 7 de la CIDPC, según el cual nadie deber ser sometido a tortura o tratos o castigos inhumanos o degradantes. Las condiciones de los condenados a muerte también violan el artículo 10, el cual establece que toda persona privada de su libertad debe ser tratada con humanidad y con respeto a la dignidad inherente a toda persona.
Consultada por la reportera, Lyons, la vocera del Departamento de Justicia Penal de Texas, rechazó que el traslado a Polunsky de los reos condenados a muerte tenga el principio de someterlos a vejámenes y torturas. El objetivo, señala, es eliminar cualquier posibilidad de que intenten fugarse o de que ataquen a un custodio.
“Son reos que no tienen nada que perder. Por ello son más peligrosos que cualquier otro preso de nuestro sistema”, expuso.
Pero Charles Flores asegura en su libro: “Las autoridades buscan romper nuestro espíritu y nuestra mente para que cuando llegue el momento de nuestra ejecución caminemos como corderos hacia nuestro verdugo”.

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