Migración centroamericana
Dominio Z
Un periodista salvadoreño y un fotógrafo catalán, ambos del equipo En el Camino –una organización formada en México en 2008 por reporteros, fotógrafos y documentalistas de diversos países-, recorrieron durante una semana territorio tabasqueño para tomar registro de las atroces vicisitudes que enfrentan los centroamericanos indocumentados en su tránsito hacia Estados Unidos. Son vividos, descarnados, los relatos que se incluyen en este amplio reportaje, donde desfilan desde autoridades corruptas hasta sicarios del grupo armado Los Zetas y de bandas –“zetitas”- que asolan a los indocumentados. Originalmente el texto apareció en el semanario digital salvadoreño El Faro. El propio autor hizo una versión abreviada para su publicación exclusiva en Proceso.
Por Óscar Martínez
Proceso 1714 / 6 de septiembre de 2009
“Luego de más de una semana en esta zona, no me queda otra que decirle que su vida tiene que ser muy complicada. ¡Diablos! Lo pienso y no entiendo cómo sigue vivo”.
El agente secreto sonríe con orgullo mirándome fijamente y sosteniendo un silencio misterioso. Voltea a ver hacia la puerta, a pesar de que sabe que estamos solos en este pequeño café.
-Con inteligencia –responde finalmente-. No me muevo en una camioneta dl año, de esas grandes. Nunca porto mi arma a la vista y no aparezco en actos más de lo necesario.
No hace falta traducir. Un evento aquí no puede ser otra cosa que una actividad de ese tipo: el asesinato de alguno de los policías de uno de los pueblos de esta franja del sureste mexicano, la escena del crimen que queda detrás de una balacera entre militares y narcotraficantes, la intervención armada en un rancho perdido entre el monte donde esos criminales, los que mandan aquí, Los Zetas, tienen a una cincuentena de migrantes, centroamericanos encerrados. El celebérrimo “secuestro exprés”.
-Pero a veces parece imposible conseguirlo. ¡Hay que vivir en puntillas! Nunca se sabe quién –insisto cuando todavía estamos en el preludio de la conversación.
El agente lo sabe. Él lo sabe y por eso sólo aceptó que nos juntáramos cuando le di la referencia de un conocido. Y aun así comenzó a hablar luego de revisar de arriba abajo mis documentos. El sigilo y el anonimato, esas son las normas que han sido impuestas. Simular ser uno más del rebaño que vive atemorizado, con la vista baja y mirando el pavimento ardiente de estos pueblos que rodean Villahermosa, capital de Tabasco, en la frontera con Guatemala.
-Por eso es necesario moverse despacio, entrar lentamente, no de golpe, y tener mucho cuidado a la hora de preguntar. Mucho cuidado –responde. Termina su café de un trago y pasa a lo concreto. Y al final, ¿fueron ayer al rancho que les dije? ¿Pudo tomar fotos el fotógrafo? –pregunta.
-Sí, sí fuimos. Tomó las que pudo. El escenario era escalofriante –respondo.
El rancho cementerio
La lluvia fue la que hizo que el rancho
Ahí, en esa locación de película de trror, el día jueves 3 de julio de este año fueron liberados 57 indocumentados centroamericanos que llevaban una semana apiñados en la habitación por un comando de Los Zetas, grupo que regenta este pequeño pueblito llamado Gregorio Méndez.
Dos de los cautivos habían escapado del tren en el que iban, justo frente al rancho, cuando el maquinista Marcos Estrada Tejedo detuvo la locomotora y 15 hombres con armas largas arrearon a los demás migrantes hacia La Victoria. Los dos prófugos se toparon días después con un comando de 12 militares. Relataron su situación, y los soldados dieron parte a sus superiores. Pronto se formó un comando con 12 policías estatales de Tabasco y 30 de Chiapas. El maquinista està preso. Fue detenido cerca de Veracruz cuando tripulaba un tren en el que más de 50 indocumentados iban encerrados en los vagones. A Estrada Tejero lo acusan de trabajar para Los Zetas que fueron atrapados en el rancho, encabezados por el hondureño Frank Handal Polcanco, que salía en un taxi a la hora de la intervención. Ocho zetas fueron detenidos y otros siete escaparon hacia el monte, cargando sus AR-15.
-Lo peor es cómo los tenían -cuenta en voz baja uno de los agentes del MP-. Estaban en shock. Y todos presentaban goples en la espalda baja. Una franja morada. Luego nos enteramos qué pasó.
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