Miles de maestros pertenecientes a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), se encuentran acampando en la plancha del Zócalo capitalino, en resistencia a los derechos cercenados en la pasada reforma educativa presentada por Enrique Peña Nieto y aprobada por diputados y senadores de todos los partidos políticos, aunque, no de forma unánime.
Aun cuando las condiciones de los maestros en los campamentos son sumamente complicadas, al transitar por los tendederos que sostienen las decenas de casas de campaña donde pernoctan, se respira buen ambiente y una firme posición de aguantar, a pesar de los embates mediáticos provenientes de la prensa oficialista.
Si bien es cierto que mucha gente se encuentra inconforme por las acciones emprendidas por la disidencia magisterial, también es cierto que los maestros cuentan con muy amplio apoyo por parte de la sociedad.
Es verdad que las acciones de los maestros llegan a ocasionar trastornos en la rutina de los capitalinos (y de otros estados); sin embargo, ahí radica precisamente el objetivo de este sector magisterial, generar un encono ciudadano que presione al Estado, traduciéndose en una tensión en uno de los componentes más importantes del sistema: la sociedad adormecida, se convierte en organizada.
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