En lógica, la coherencia de un razonamiento, la congruencia o no contradicción entre todas sus partes, es un elemento indispensable para determinar la validez del mismo. Es cierto que la coherencia por sí misma no basta para garantizar la veracidad de un planteamiento, pues se pueden construir edificios teóricos exentos de contradicciones y sin embargo falsos, pero también es cierto que, sin ella, la falsedad de un planteamiento puede darse como absolutamente segura. Parafraseando una fórmula conocida, podemos decir que la coherencia no es prueba suficiente para demostrar la verdad de un juicio, pero sí lo es para establecer su falsedad, sin necesidad de mayores argumentos.
En estos días cruciales para el futuro del país, se han difundido dos planteamientos muy importantes en materia política, hechos por voceros muy autorizados de la corriente que encabeza el Lic. Andrés Manuel López Obrador, misma que, si la memoria no me falla, ahora se identifica con el nombre de Frente Amplio Progresista (FAP). El primero de dichos pronunciamientos nos informa que el día 20 de noviembre del año en curso, en un acto que convocará a cientos de miles (tal vez millones) de ciudadanos en el Zócalo de la Ciudad de México, rendirá protesta como Presidente legítimo de los mexicanos el propio Lic. Andrés Manuel López Obrador, misma ocasión que aprovechará para dar a conocer al gabinete que lo acompañará durante su gobierno. Se informa, además, que su plan de trabajo consistirá en mantenerse todo el tiempo recorriendo la República entera para dialogar con la ciudadanía, para recoger sus necesidades, carencias e inconformidades y para brindar todo el apoyo necesario a quienes se encuentren librando algún tipo de lucha en pro de sus demandas. Además, el gobierno itinerante formulará propuestas e iniciativas en torno a las cuestiones más trascendentales del país, mismas que tratará de convertir en hechos ya sea mediante la presión popular o a través de los representantes del FAP en el Honorable Congreso de la Unión. El segundo pronunciamiento informa que todas las fuerzas del Frente serán puestas en juego el día primero de diciembre, para impedir, “a como dé lugar”, que el Presidente legalmente reconocido, Lic. Felipe Calderón Hinojosa, asuma de pleno derecho las riendas de la nación.
Y aquí es donde entra el problema de la coherencia a que me referí más arriba. Con toda honestidad, a mí me parece que no hace mucho sentido diseñar, por un lado, todo un minucioso plan de acción para dar la lucha, dosificada y ejecutada gradualmente, es decir, a largo (o mediano) plazo, a un Presidente que se considera espurio e ilegítimo y, por el otro, trazarse la meta inmediata de evitar, “a como dé lugar”, que ese Presidente y su gabinete entren en funciones. La coherencia más elemental, o la lógica si así quiere verse, dice a las claras que un plan de lucha permanente y de largo plazo en contra de un gobierno ilegítimo, implica de por sí asumir que dicho gobierno llegará al poder e intentará ejercerlo de acuerdo con los intereses que representa, pues no se puede combatir así a quien ni siquiera ha podido tomar posesión de su cargo. Visto el problema por el otro extremo: evitar “a como dé lugar” que un “usurpador” llegue al poder, no se compagina con la idea de combatirlo por medios pacíficos y a mediano plazo. Tal postura se inscribe en una lógica más radical, de confrontación decisiva con el enemigo, en una lógica que acepta jugarse el todo por el todo para impedir que se consume la usurpación y para llevar al poder, de modo inmediato, a quien se considera el gobernante legítimo. No hay de otra.
Si no estoy en un error, ambas estrategias se contradicen y se anulan recíprocamente. Y no sólo por incoherencia, sino también porque cada una de ellas exige recursos distintos para ponerse en práctica. En efecto, mientras la primera forma sólo requiere de un plan preciso y del apoyo espontáneo de las masas, la otra, el choque frontal, requiere contar con fuerzas organizadas, disciplinadas y sobre todo armadas, para poder enfrentar al enemigo con posibilidades de triunfo. De no ser así, el riesgo de llevar a la gente a una masacre es más que una simple probabilidad. Yo estoy de acuerdo con quienes consideran como una obligación política y moral para con los quince millones de ciudadanos que votaron por López Obrador, el no dejar pasar el día primero de diciembre sin hacer algo para poner de manifiesto el rechazo inconciliable a la falta de aseo en los comicios del 2 de julio. Y creo que para ello se puede y se vale cualquier cosa, se vale todo. ¡Sí, todo! Excepto impedir por la fuerza la asunción al poder del Presidente reconocido institucionalmente, si no se quiere caer en una provocación temeraria y debilitar con ello, seriamente, las posibilidades prácticas de la lucha por medios pacíficos y democráticos.
En resumen: opino, aunque a nadie le importe mi opinión, que debe permitirse la transmisión pacífica del poder al Lic. Felipe Calderón Hinojosa; que debe respetarse el protocolo que marca la Constitución para este tipo de ceremonias; que debe evitarse un descalabro de la lucha popular, aunque sólo sea para tener, en el futuro, a quién denunciar, a quién combatir y a quién derrotar en las elecciones de 2012. La inteligencia política y la coherencia ideológica jamás han estado reñidas con una honesta posición de principio
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